MUCHAS GRACIAS POR SER COMO ERES
Tenía ocho años de edad cuando comencé a trabajar en la Carnicería Barrera, el negocio familiar. Así transcurrieron diez años, portando un mandil blanco (que pronto se convertiría verde) preparando milanesas, carne al pastor, chorizo, hígado para tacos; repartiendo pedidos en bicicleta y escuchando las quejas y comentarios de siempre: "A qué hora me atienden", "Esta carne está dura". Dura iba a ser la carnicería que esperaba después. Cumplí 18 años de edad y anhelaba cumplirlos para evitar continuar en el matadero e ingresar a la UAA, donde no quedé y con gran temor me inscribí en cualquier institución para evitar la carnicería familiar. Entonces estuve un cuatrimestre en la Universidad Tecnólogica de Aguascalientes, estudiando Mercadotecnia hasta que conseguí mi primer empleo formal: La Terraza Italiana. Salía entonces de la Universidad a las 3 y tenía una hora para trasladarme al trabajo y hacer check in para memorizar el mandamiento del mesero: "Sonrío. Me presento...". Era barista y estaba satisfecho con los mil pesos quincenales. Entonces abandoné la universidad, pues el trabajo cayó "como agua pal puerco", evitando así la Carnicería Barrera y los deseos de "expandir el negocio". Pasaron seis meses y pude ver cómo varios baristas pronto se convirtieron en supervisores o gerentes. Yo seguía en las mismas. Comencé a buscar otro empleo y por la temporada ferial me contrataron en el Hotel Fiesta Americana. Renuncié a La Terraza Italiana y estuve dos meses en el hotel. Los platillos con carne siempre fueron un recordatorio del pasado. La carnicería se presentaba en varios términos. Terminó el contrato y temiendo continuar así durante el resto de mi vida, decidí buscar una carrera y otro trabajo. Apliqué para trabajar en Starbucks y a la Universidad de las Artes al mismo tiempo: mismos exámenes y mismas entrevistas. Quedé en Starbucks y en la Lic. en Artes Visuales, no. Tenía puesto el mandil verde de la Sirena de Dos Colas y solo habían pasado tres días desde que ingresé, cuando me hablaron de la universidad para avisarme que uno de los estudiantes decidío irse a la UAA. Así fue como entré a la licenciatura, siendo yo el número 46 de los 45 alumnos que habían aceptado en la generación que no iba a ser mía. Durante tres años fui pescado de la Sirena de Dos Colas. No tenía tiempo de producir piezas que no fueran lattes, caramel machiatos o chip chip chip frapuchinos para gente que creía que me interesaban por el simple hecho de llamarlos por su nombre. Así Juan pronto se convirtió en el amigo del barista que iba a contarle estúpidas anécdotas y de paso, tomar café, truncando la rutina de bebidas y el ticket promedio para el bono de quien atiende tras las barras. Luego de tres años de optimismo laboral en Starbucks, sonrisas y nombres memorizados, la amargura me invadía y no habia Splenda que me endulzara. La gerente de tienda no tardó en identificarme como un empleado descontento, y a esos, hay que eliminarlos, porque el empleado, además de regalar su fuerza de trabajo, debe añadir una estúpida sonrisa al entregar la bebida al cliente, además de trazar garabatos y frases en su bebida, como "Vuelve pronto. Te extrañamos". Fue así que la gerente de tienda hizo todo lo posible para despedirme, disfrazándose como clienta ofendida para reportarme con recursos humanos. Firmé, de alguna manera, la renuncia, "para mantener un expediente limpio" y tener el tiempo libre para criticar a las empresas que posteriormente me iban a contratar. Muchas gracias por ser como eres contiene documentos, imágenes y stills de video que dan cuenta de mi experiencia laboral en ocho empleos formales, comenzado por La Terraza Italiana. Este proyecto es, entonces, la otra carnicería.
Ver el proyecto ·Muchas gracias por ser como eres· aquí.